sábado, 18 de marzo de 2023

Devorador

     El otoño trajo el cambio, un cambio brusco pero imperceptible, que se fue colando poco a poco por los orificios de una vida acomodada. Y, sin querer, nuevamente me encuentro anhelando un pasado que no vuelve, porque simplemente por su condición pretérita ya no existe.

La amistad se volvió lejana y el amor se volvió inestable, la boca del estómago se retuerce y el alma parece que se sale un rato del cuerpo para soportar. 

...

La calma aparece con los años, que enseñan que la cabeza siempre encuentra la manera de jugar a ese juego del para siempre, ese juego que nunca gana pero que sostiene insistentemente por diversos períodos de tiempo, a lo largo de toda la vida.
Que muestran que lo único constante es el cambio, y que el dejar, soltar y fluir son las herramientas mas arcaicas e impetuosas contra eso que aparece como un estado de malestar interminable, eso que no se puede nombrar, y se simboliza como un payaso asesino en las profundidades de una alcantarilla de la gran ciudad; y que si se nombra se hace real aunque no se pueda ver y tocar. 

Pero no hay, nuevamente no existe, ni eso, ni el payaso asesino. 

Es esa niña llorando y gritando, aferrada de pies y manos a un poste intentando no caer en las profundidades de un agua que por debajo se muestra devoradora; pero al soltarse, el agua llega a las rodillas, y la risa se manifiesta ante tan absurda premonición de la muerte. 

...

Lo devorador no es mas que agua que llega a las rodillas, y a veces hay que ir a terapia para poder verlo.

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