Hace un año me despedía de tantas cosas, por sobretodo de tantas cosas que no sabía que me despedía.
Sabía que me despedía del tiempo con mi familia y amigos, pero no sabía que me despedía también de la que soy cuando estoy con ellos; sabía que me despedía de mi casa, pero no sabía que también dejaba atrás todos los años en los que volver (correr) ahí fue mi lugar seguro.
Sabia que me despedía de la ciudad que me vio crecer, pero no sabía que me despedía también de los miedos que supo crear en mi; sabía que me despedía de Rosario y de la universidad, pero no sabía que también quedaban atrás el perfeccionismo y la ansiedad.
Descubrí que estar lejos me acercó a mi, y no olvidaría ni me arrepentiría nunca de este tiempo que supe darme, que es difícil de explicar para quien no lo vive, y más difícil aún intentar no sonar egoísta al contarlo.
Me tocó decir adiós mucha gente por última vez, y no estar para decir bienvenido a este mundo maravilloso a quien supo llegar en este tiempo.
Mi corazón sigue siendo de todos los que siempre supo ser, solo que se agrandó un poco para alojarme a mi misma y a este sueño maravilloso que persigo y no me canso de alcanzar todos los días un poquito más.